La escultura de Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956) huye de la mirada frontal del pedestal para apropiarse de los espacios y poder ser observada desde muy diversos puntos de vista. Algo que podemos ver en esta instalación realizada específicamente para este pasaje que comunica los dos edificios del CAHH en la que el visitante se topa con una serie de espejos que multiplican su profundidad y en los que puede ver su imagen reflejada, lo que le induce a aislarse y olvidarse de que se encuentra en pleno centro de la ciudad. Y es que las instalaciones de Cristina Iglesias no agreden sino que acogen, invitan a adentrarse en ellas y explorar en profundidad tanto la obra como a uno mismo. En palabras de la propia artista: «Esta pieza propone un mundo onírico muy cercano a la ciencia ficción en su apariencia física, con elementos que tienen una textura pétrea con apariciones de organismos que no reconoces del todo y luego todo este mundo de reflejos, de espejos, lugares donde no puedes entrar y otros que sí. Yo espero que el espectador se sienta en otro mundo, que este tránsito de un lugar a otro sea un tránsito en un mundo especial, onírico, y que a su vez te pueda recordar cosas que ya has visto en la naturaleza».